martes, 1 de enero de 2008

Entrevista a Woody Allen: "La vida y todo lo demás"

Woody Allen: un paranoico genial

En una entrevista con LA NACION anticipa cómo es "Anything else", donde encarna a un personaje obsesionado con la crueldad actual

VENECIA.- La cita con Woody Allen es en el espectacular Hotel Des Bains, uno de los lugares "top" del Lido, set de la legendaria "Muerte en Venecia", de Luchino Visconti, y donde unas horas antes un guardaespaldas de Sylvester Stallone le ha pegado a un periodista. Cosas que pasan en la 60a. Mostra de Venezia.

Hace un calor tropical, la humedad es insoportable, pero un cielo encapotado promete temperaturas más aceptables.

Amado u odiado, porque el cine de este prolífico director neoyorquino por lo general encanta, o no gusta, en una habitación del tercer piso donde recibe a la prensa, Woody Allen aparece tal cual se lo ve en sus films. Flaquito, bajo, piel blanca con algunos lunares, poco pelo, voz inconfundible, muy gesticulador. Gruesos anteojos, camisa celeste, pantalón beige, zapatos acordonados marrones.

Aunque es sabido que odia las entrevistas, que nunca va ni a los Oscar ("son demasiado políticos"), ni a los festivales de cine -durante la charla explicó que aceptó venir por primera vez a la Mostra porque también fue a Cannes, y le parecía mal ir al festival francés y desertar del italiano-, Woody está tranquilo. Algo tímido, se lo ve relajado, de buen humor. Al responder, no decepciona: es igual de brillante, irónico, mordaz e inteligente que en sus obras. En los casi 50 minutos de entrevista que concede a LA NACION y otros cinco medios europeos, el tema principal es la película "Anything else", que ha inaugurado el miércoles último la 60a. edición del Festival de Venecia. Un film fuera de concurso en el cual por supuesto él es uno de los protagonistas: David Dobel, un maestro-escritor judío, obsesionado por la crueldad de este mundo, que vive armado de un "survival kit", que en largas caminatas en el Central Park le da lecciones de vida a Jerry Falk (Jason Biggs, actor de American Pie). Jerry es un joven escritor de guiones para cómicos, que tiene un novia muy linda pero tremenda, Amanda (Christina Ricci, la chica de los Locos Addams), y cientos de inseguridades que lo obligan a hacer terapia con un psicoanalista que no abre la boca sino para decir que "la sesión ha terminado". "Hay parecidos entre Jerry y yo cuando era joven", admite Woody, de 67 años, que a la hora de las preguntas pide por favor hablar en voz alta, "porque soy medio sordo".

-En la película, Dobel es paranoico, vive con miedo a todo: ¿influyó el 11 de septiembre?

-No, para nada. Yo ya estaba paranoico mucho antes (risas). Dobel no necesita del 11-9, porque su vida es terrible de por sí. Si uno va a Nueva York hoy, es la misma que hace cinco años. Claro, todos son conscientes del terrorismo, si viene el apagón lo primero que todos van pensar es que hubo un atentado terrorista, pero la gente no está paranoica, sigue yendo al teatro, y sigue con su vida. Con esto no quiero decir que no va a haber más atentados terroristas. El personaje de la película ya era paranoico mucho antes del 11-9. Para él, el 11-9 es sólo un accidente más que confirma su paranoia.

-¿Pero por qué es tan agresivo, necesita estar armado, romper el vidrio del auto que le sacó el lugar para estacionar, a diferencia de otros personajes de sus películas, más resignados?

-Porque es una buena persona, pero está loco. Responde a la crueldad de la vida y a la falta de sentido de la vida, porque el mundo es un lugar terrificante. Su vida sentimental ha sido terrible, ha tenido un colapso nervioso y no tiene ningún interés de analizarlo, por lo que es una exageración de lo que pasa con el estrés de la crueldad del mundo.

-En la película, Dobel dice que hay más verdad en los chistes que en la filosofía, ¿usted piensa lo mismo?

-No sé. Creo que hay mucha filosofía en los chistes o sabiduría rápida (chasquea los dedos).

-Dobel en un momento menciona a Tierra del Fuego como un lugar remoto, y quizás usted aún no sabe que la cancillería argentina le ha enviado una carta-invitación para viajar a la Argentina, donde usted nunca ha estado. ¿Le gustaría ir?

-Sí, seguro me gustaría visitar el país. A mi esposa (Soon Yi) seguro le gustaría, que es lo importante. Yo no soy un gran viajero. A mí en verdad me gustar estar en mi casa, en mi cuarto y escribir. Pero a mi esposa le gusta divertirse, y ni bien alguien nos invita a algún lado ella (chasquea los dedos) deja todo y está lista para partir. Y yo voy porque quiero que ella sea feliz.

Woody -que mañana deja esta ciudad (no para en el hotel Des Bains, del Lido, sino en el lujosísimo Gritti, frente al Canal Grande), rumbo a París, y luego a España, donde tocará con su conjunto-, cuenta también que jamás pensó "Anything else" en función de Jason Biggs y Christina Ricci, sino que los descubrió después, sobre todo a él. "Vi un minuto de American Pie, y enseguida supe que era perfecto", dice, y explica que "por lo general nunca tengo a actores específicos en mente."

A la hora de hablar del cine actual, Woody rescata a jóvenes directores de películas como "Amores perros" (el mexicano Alejandro González Iñarruti), "Viaje a Kandahar" (el iraní Mohsen Makmalbaf), "El gusto de los otros" (el francés Francis Veber), "Ciudad de dios" (de los brasileños Katia Lund y Fernando Meirelles), y es durísimo con el panorama cinematográfico de su país.

-¿Por qué?

-Es muy difícil encontrar buenas películas norteamericanas. Quizá se puede hallar a alguien que hace un buen film una vez, pero después, nada. La industria de Hollywood está polarizada entre esas películas que no hacen dinero, que son pequeñas películas, que son difíciles de ver porque no las pasan ni dos semanas en Nueva York, y esos films con presupuestos de publicidad tan grandes, millonarios, que lamentablemente hacen que al final el negocio sea lo importante. Importa la estética del negocio, del acuerdo, veinte millones de dólares, el trailer, los contratos millonarios, y después viene la película, y en verdad a nadie le importa la película. El film es lo menos importante, lo importante es el marketing.

-¿A quién hay que echarle la culpa? Al gusto del público norteamericano o a los realizadores?

-Es una vieja cuestión, pero yo siempre pensé que hay que echarle la culpa a los que hacen las películas, porque el público nunca, pero nunca jamás, romperá el círculo. Siempre será eso de que al público le gustan cosas estúpidas, entonces hay que darle films estúpidos, que gustan, y entonces hay que hacer otros. Pero si las compañías cinematográficas rompen el círculo, y deciden hacer algo de lo cual pueden estar orgullosos, y que es bueno, ellos podían gradualmente encontrar que hay una pequeña audiencia para ellos, y sucesivamente una audiencia más grande, y más grande todavía. Pero el público no puede hacer la película. El público es pasivo, sólo va al cine a ver la película. El público no puede romper el círculo, nunca va a poder estar tan organizado como para decir "no vamos a ir al cine a menos que no nos den algo más inteligente". El cambio tiene que venir de arriba, pero no va a ocurrir, porque hay demasiado dinero para hacer.

Por Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia

"Nadie le cree a Bush"

-¿Qué piensa de la situación política actual con Irak en el caos?

-Como muchos otros norteamericanos, yo no tengo dudas de que ganaremos la guerra militarmente, ésta no es una cuestión, pero sí tenía dudas sobre la posguerra, porque sabía que esta administración no iba a ser competente.

-¿La administración Bush no es competente?

-No, no lo es. Como mucha otra gente en Estados Unidos, estoy esperando con ansias las elecciones, cuando intentaremos elegir a un presidente distinto. Después del 11-9 hubo una enorme buena voluntad hacia el gobierno -elegido en forma no muy clara-, un gran apoyo hacia el presidente, patriotismo, pero gradualmente e ineptamente éste fue haciendo trizas toda esta buena voluntad. Ahora nadie le cree.

Trailer de El eterno seductor, Woody Allen