Ewan McGregor le apasiona el riesgo. Fanático de las motos, ha jugado con osos polares en Canadá y ha explorado la selva de Honduras. Este aventurero nato inició su carrera como estrella de culto en ‘Trainspotting’ o ‘Velvet Goldmine’ y ascendió al star system hollywoodiense con ‘Moulin Rouge’ y la trilogía de ‘Star Wars’. Ahora interpreta al ambicioso hermano de Colin Farrell en ‘Cassandra’s Dream’, de Woody Allen, que se estrena el 26 de octubre tras presentarse en los festivales de Venecia y Toronto. ¿La trama? La historia de dos buenas personas cuyos sueños acaban en pesadilla: un drama con tintes cómicos al estilo de ‘Match Point’. Fuera de la pantalla, Ewan vive en Londres con la diseñadora francesa Eva Mavrakis y sus tres hijos: Clara (once años) y Esther y Jamiyan (de seis).
¿Cómo fue trabajar con Woody Allen?
Todos los actores sueñan con ser dirigidos por él. Por su talento y por su forma de trabajar. La mayor parte de las escenas se ruedan en un plano único, hay mucho diálogo y apenas se repiten tomas. ¡Es maravilloso! El rodaje es tan rápido que tienes que darlo todo desde el primer momento. Además, tienes tiempo libre: llegas a casa a las cuatro y media y… ¡puedes tener tu propia vida! ‘Cassandra’s Dream’ tuvo una buena acogida en Venecia.
¿Para ti es importante que tus películas tengan éxito?
No hay grandes o pequeñas películas. Soy actor, y cada una supone un nuevo reto, una nueva oportunidad de ponerme en la piel de un personaje. Actuar es fingir ser otro, eso es lo que me atrae.
Tienes varios filmes por estrenar, como ‘Incendiary’ (de Sharon Maguire) o ‘El turista’. ¿Por qué trabajas tanto?
Me encanta trabajar, y si tengo suerte al conseguir ofertas, ¿por qué no voy a aceptarlas? Ponerme frente a la cámara supone una enorme descarga de adrenalina.
Desde que te has convertido en una estrella, ¿sientes la necesidad de satisfacer determinadas expectativas?
No, nunca me ha preocupado lo que opinen de mí, dentro o fuera de la pantalla. No voy a dejar de beber, ni de fumar, ni de soltar tacos, ni de correr con mis motos, sencillamente porque eso no me convierta en un ejemplo a seguir. Los escoceses somos personas alegres y sensibles. ¡Creemos en la vida, no en el mero hecho de existir!
Has luchado duro para conservar una vida normal...
Perseguir la fama te convierte en un miserable infeliz. No me interesa, porque nunca eres lo bastante famoso. Algunos están dispuestos a pagar un alto precio por ella, pero yo no. No me gusta conocer gente que no sabe ni cómo soy, porque siento que tienen una idea preconcebida de mí. Me resulta incómodo: cuando eres conocido, olvídate de hablar a alguien de igual a igual. No te dejan aunque quieras.
No te gustan los tabloides.
Los censuro. Para mí, son pornografía, aunque los tengamos que soportar si trabajamos en esto. Me he gastado muchísimo dinero intentando proteger a mis hijos de los paparazzi. A mi mujer no le afecta tanto: mete a los niños en el coche y desaparece.
Eres padre de tres hijos: Clara, Esther y Jamiyan, al que adoptasteis en 2006. ¿Quieres tener más hijos?
Por lo menos, uno más, ¡me encanta vivir rodeado de niños!
¿Llevas a tu familia en tus desplazamientos?
Si puedo, sí. Cuando estás lejos de casa es horrible no estar a su lado. Te pasas el día pensando en ellos, sufriendo por si les pasara algo.
¿Cómo conociste a tu mujer?
En la serie de televisión ‘Kavanaugh, Q.C.’ La verdad es que fue amor a primera vista. Yo interpretaba a un violador, y mi mujer recuerda cómo ella estaba sentada en las escaleras mientras yo hacía ver que violaba a una actriz en el piso de abajo.
Lleváis casados doce años. ¿Qué recuerdas de tu boda?
La celebramos en una villa, en Francia. La ceremonia fue en francés, así que no entendí casi nada. Cuando dije ‘oui’, sesenta invitados se rieron: había contestado cuando no me tocaba.
¿Es difícil para ella ver tus escenas de amor en pantalla?
Forma parte del trabajo, y lo sabe. Puedes justificarlo en ese sentido, pero aunque lo racionalices, es duro para mi mujer y tienes que hablar de ello.
Antes ibas mucho de fiesta, pero la cosa va a menos.
Sí, con los años he crecido como persona. Antes pasaba la mitad del tiempo libre bebiendo, y la otra mitad, de resaca. No es un estilo de vida recomendable para nadie. Yo intentaba ser un gran padre, un gran esposo, un gran actor y un gran bebedor. Tenía que prescindir de algo, ¿no crees?
¿Algún director te dijo algo acerca del alcohol?
Ninguno me comentó: «Preferiría que no bebieras mientras trabajas.» Nunca. ¡Y seguro que lo pensaban, porque apestaba a alcohol! Beber y estar fuera de control reduce considerablemente tus opciones frente a la cámara. Al principio era un borracho feliz, pero luego me fui volviendo un poco miserable, porque el alcohol es depresivo.
¿Cuándo cambiaste de estilo de vida?
Cuando mi hija mayor enfermó de meningitis mientras yo estaba en Los Ángeles rodando. Un día piensas que eres guay, que la vida es de color de rosa, y otro, de repente, tienes que ir al hospital y ver a tu hija entubada. Ser padre es una gran responsabilidad.
Cuando empezabas como actor, comentaste: «¿Hacer una mierda como ‘Independence Day’ por un pastón? Nunca envenenaría mi alma con esa porquería.» Después rodaste ‘La Isla’…
Mi actitud ha cambiado mucho. Creía que la industria del cine británica era el paraíso y Hollywood, lo peor. Y me he dado cuenta de que son lo mismo.
¿Qué actores te han enseñado más?
Los actores que intentan enseñarte cómo hacerlo son aquellos de los que no quieres aprender. Algunos te dicen: «¡Ay, hijito, así, así se hace!» Y yo pienso: «Vete a la mierda, precisamente así es como yo no quiero hacerlo.» La gente a la que observas es de quien, al final, más aprendes.
Has dado la vuelta al mundo en moto...
Siempre me gustaron las motos, pero mis padres no me dejaron tener una. Compré la primera de adulto, y ahora tengo cinco. Me gusta lanzarme a la carretera, pero paso la mayor parte del tiempo con mi familia. Leo, toco la guitarra, miro DVDs...
¿Crees que eres guapo?
¡Nooo! ¡Por supuesto que no voy por ahí pensando que soy un rompecorazones!
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